Señor, ven a reinar en mí

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Tu reino es un reino eterno;
tu dominio permanece por todas las generaciones.
Fiel es el Señor a su palabra
y santo en todas sus obras.
El Señor sostiene a los caídos y levanta a los agobiados.
Los ojos de todos se posan en ti
y a su tiempo les das su alimento.
Abres la mano y sacias con tus favores
a todo ser viviente.
(Salmo 145:13-16)

Dios ejerce un gobierno soberano sobre todo el universo. Esto es irrefutable. Creamos o no en él, como creador y sustentador de todas las cosas, ¡Dios reina sobre todo y sobre todos! Nos lo reveló en su forma de conducir la historia de las naciones a lo largo de los siglos hasta nuestros días.

¡Su bondad, sus actos de justicia, su amor, dominio y poder, serán contados de generación en generación hasta que finalmente cada lengua, tribu y nación se postre y confiese el nombre del majestuoso Señor!

Pero, de una manera muy especial y cuidadosa, Dios gobierna la vida de todos los que la confían completamente a él. No es un rey tirano, usurpador, codicioso o desleal. El reino de Dios no se rige por el egoísmo, la avaricia y la ostentación, como vemos en los reinos de este mundo. Su apoyo llega a todo sujeto pecador que, arrepentido, se dirige humildemente a la cruz, aceptando la invitación, a presentarse ante su trono de gloria.

¡Reina sobre nosotros, Jesús!

  • ¡Busca primero el Reino de Dios y su justicia!
  • Si no has invitado al Hijo de Dios a reinar sobre tu corazón, ¡hazlo ahora mismo! Si ya eres parte del reino de Dios, alaba y da gracias por este maravilloso privilegio.
  • Pide perdón si no confías en que el Señor gobernará tu vida con bondad.
  • Ora y entrega el control de tus planes en las manos de Dios. Recuerda cada día que es el Señor quien guía tu existencia.
  • Vive como un hijo adoptivo del Rey: sigue la justicia, la paz y el gozo en el Espíritu (Romanos 14:17).

Para orar:

Señor, Dios nuestro, ¡tú eres el Rey de toda la tierra! Haz brillar tu luz sobre todas las personas y concede gracia y perdón a los perdidos. Rey soberano, gobierna mi corazón y guíame siempre a vivir según las normas de tu reino. Gracias por tu misericordia y por satisfacer nuestros deseos y necesidades más básicos. Ayúdame a confiar en que tú tienes el control y que siempre haces lo mejor que se puede hacer. ¡Reina sobre mi vida y mi hogar! Te entrego todos mis planes, hoy y siempre. ¡Amén!